- El papel de BlackRock en las crisis económicas de Estados Unidos revela profundos vínculos entre la política gubernamental y los intereses financieros de Wall Street.
- Las monedas digitales programables amenazan la privacidad financiera, otorgando un control sin precedentes sobre el gasto y el comportamiento financiero de los ciudadanos.
En una entrevista reciente, la periodista Whitney Webb profundiza en el papel que BlackRock ha desempeñado -y probablemente seguirá desempeñando- en la configuración de las respuestas a las crisis económicas, independientemente del partido político que ocupe la Casa Blanca.
Las reflexiones de Webb plantean serias preocupaciones sobre la consolidación del poder y sus implicaciones para el futuro de la libertad financiera en Estados Unidos.
La creciente influencia de BlackRock
Según Webb, BlackRock, el mayor gestor de activos del mundo, ha consolidado su posición como arquitecto clave de la política económica estadounidense, actuando a menudo como asesor del gobierno en tiempos de dificultades financieras.
Se refiere a Larry Fink, Consejero Delegado de BlackRock, que desempeñó un papel decisivo en la elaboración de respuestas a crisis anteriores, como el crack financiero de 2008 y las consecuencias económicas de la pandemia del COVID-19.
En particular, la participación de Fink fue fundamental en la creación de la política “Going Direct”, una estrategia que permitió que los fondos generados a través de la flexibilización cuantitativa (QE) se canalizaran directamente al sector privado en lugar de a entidades públicas.
Webb sostiene que este enfoque dio lugar a una transferencia masiva de riqueza que benefició desproporcionadamente a Wall Street a expensas de Main Street.
Los enredos políticos
Webb destaca que la influencia de BlackRock trasciende las líneas partidistas, ya que tanto las administraciones republicanas como las demócratas confían en la experiencia de la empresa durante las crisis. Señala a la administración del expresidente Donald Trump, que consultó a BlackRock durante la recesión económica causada por los cierres de COVID-19.
Del mismo modo, la vicepresidenta Kamala Harris, en caso de que ascienda a la presidencia, probablemente continuaría apoyándose en el liderazgo de BlackRock, ya que su equipo económico está compuesto por varios ex ejecutivos de BlackRock.
Esta dependencia bipartidista plantea interrogantes sobre si la política económica está realmente impulsada por las necesidades del público estadounidense o por los intereses de las élites empresariales.
La amenaza del dinero digital programable
Una de las preocupaciones más acuciantes de Webb es la posibilidad de que el gobierno estadounidense introduzca monedas digitales programables, como las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC) o las stablecoins emitidas por el sector privado, en respuesta a una futura crisis de deuda.
Advierte de que estas formas de dinero digital, que pueden ser supervisadas, controladas e incluso confiscadas, suponen una amenaza significativa para la privacidad financiera y la libertad individual.
La introducción del dinero programable, sugiere Webb, permitiría al gobierno o a instituciones financieras como BlackRock ejercer un control sin precedentes sobre la forma en que los estadounidenses gastan su dinero, afianzando aún más el poder de las instituciones de élite a expensas de la libertad personal.
La inminente crisis de la deuda
La inminente crisis de la deuda pública estadounidense añade urgencia a estas preocupaciones. Webb señala que muchos economistas y figuras políticas, incluido el ex presidente de la Cámara de Representantes Paul Ryan, han predicho que el próximo presidente se enfrentará a un colapso financiero significativo.
A medida que la deuda sigue aumentando, la respuesta del gobierno -probablemente moldeada por BlackRock- puede implicar la imposición de un mayor control financiero sobre los ciudadanos a través de las monedas digitales.
Ya sea bajo una administración Biden-Harris o un segundo mandato de Trump, Webb advierte que los mismos actores estarán probablemente al timón, asegurando que cualquier respuesta política sirva a los intereses de la élite financiera en lugar de a los estadounidenses medios.
